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martes, 28 de mayo de 2019

La Favorita descargar full mega hd 1080 español latino

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A principios del s. XVIII, Inglaterra está en guerra con Francia y la enfermiza reina Anne delega sus responsabilidades en su amiga Lady Sarah. La llegada de una sirvienta dotada de un talento especial, Abigail, pone en peligro la posición de Sarah.

El cineasta griego, Yorgos Lanthimos, tras su penúltima obra, El sacrificio de un ciervo sagrado (2017), regresa a la dirección con una película de época. Y la sitúa en el siglo XVIII, en el reinado de la soberana Ana Estuardo. Ostentó la particularidad de ser la última que gobernó de dicha casa, pero también se convirtió en la primera reina de Gran Bretaña. Accedió al trono en 1702, tras desposeerse a su padre, Jacobo II, de los derechos reales por motivos religiosos y fallecer su hermana sin descendencia. Tampoco Ana tuvo demasiada suerte con la misma, ya que perdió hasta diecisiete hijos, de los que unos nacieron ya muertos y otros sobrevivieron unos pocos días.  Como se ve, “parió como una coneja” pero la suerte no le acompañó. Por ello, con su desaparición, llegó al trono de Gran Bretaña la casa de los Hannover, con Jorge I. Por lo que respecta a esos simpáticos “animalitos”, los conejos, no se olviden de ellos. Precisamente, diecisiete ejemplares tendrán su papel estelar en esta obra de Lanthimos.

El director no abandona prácticamente las estancias palaciegas para recrear el ambiente de la corte de Ana Estuardo. Se utilizó para la producción una finca jacobea situada en Hertfordshire, Inglaterra, que ha acogido a la realeza desde el siglo XV. Su estructura actual proviene del XVII y pone a disposición de la turbadora y provocadora imaginación de Lanthimos extensos salones, corredores interminables y muchas escaleras por las que transitar. Y lo que el griego elabora para el espectador es un retrato de lo que podría haber sido realmente la vida, la existencia en aquellas fechas de los reinantes, poderosos, sirvientes o vasallos. Y este es el principal problema que hemos detectado de la película. Carece de sorpresas. No encandila al espectador por su audacia, distopía, excentricidades varias o con escenas inesperadas de humor negro. Al respecto, se queda muy alejada de la provocación y sensación turbadora que Lanthimos consiguió con Kinétta (2005), Canino (Kynodontas, 2009), Alps (2011), Langosta (The Lobster, 2015), e incluso en la ya citada El sacrificio de un ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017). El guion de La favorita no está elaborado por el propio realizador o su colaborador habitual, Efthymis Filippou, y puede que haya contribuido en gran medida a ello. Nos resistimos a pensar que de manera consciente, Yorgos Lanthimos haya renunciado en cierta medida a su habitual universo surrealista y distópico para complacer a mayor número de crítica y público. 

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Estamos en la corte de Ana de Estuardo, y las guerras, las batallas, la sangría de impuesto para sufragar campañas bélicas y las contiendas para obtener, conservar o aumentar señoríos y poderíos se van sucediendo a lo largo de todo el filme. No en vano se caracteriza a la soberana que participó en la Guerra de Sucesión Española en el bando del archiduque Carlos de Austria, se anexionó territorios como Gibraltar o Menorca y consumó la unión de Escocia e Inglaterra como Gran Bretaña. Acosada por la gota, en su débil salud se dejó aconsejar por Lady Sarah Jennings, amiga de la infancia. La tormenta perfecta se fue formando con la llegada a palacio de Abigail Masham, prima de Sarah. El largometraje se centra en el intento de radiografiar una época ya muy lejana, pero vista desde los ojos del siglo XXI. La libertad que otorga la distancia de años y la osadía de los autores permite que nos introduzcamos no solo en las cocinas o en cualquier estancia palaciega, sino también en las mismas cámaras reales e incluso en alcoba y lecho. ¿Quién sabe qué sucedió en dichas intimidades? Y la imaginación es libre para elaborar cualquier panorama de egoísmos, pasiones, celos o luchas por el poder político, económico y territorial.

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El parlamento británico estaba en aquella época dividido en dos bandos: el que reunía a la aristocracia terrateniente, firmemente inclinada en continuar con aventuras bélicas, y los tories, partido en la oposición y defensores de la paralización de las batallas en las que su país se encontraba inmerso. Consideraban inadmisible la sangría humana y económica que estaba consumiendo a la nación. Un puñado de hombres en la élite, ambos, los del poder y los de la oposición, que, paradójicamente, deben terminar acatando los caprichos e intereses de tres mujeres, las tres protagonistas de la película. 

Yorgos Lanthimos, en esta película de féminas, sigue retratando el mundo, ya se sitúe en un chalet, en un hospital o en un hotel de lujo, a su particular manera. No obstante, no sorprende nada de lo que observas, ninguna escena te descoloca especialmente, incluso se llega a pensar que todo pudo suceder así, o quizás no. Y esa aparente normalidad dentro del caos, hablando del director griego, ciertamente descoloca. No precisa recurrir siquiera a rozar ciencia ficción para mostrar la realidad. La sátira, la parodia y el humor negro se desvanecen entre una lucha de arpías, insaciables de poder y sin límite en sus perversiones.

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La reina Ana está interpretada por Olivia Colman. Se muestra como una mujer madura, de frágil salud, precisamente a cuenta de la enfermedad de la gota, como ya decíamos. Hablamos de una artritis históricamente ligada a la realeza, seres en general, al menos en el pasado, con hábitos de vida poco saludables, como la pasión por grandes banquetes, el consumo de carne roja, el abuso de bebidas alcohólicas o la falta de ejercicio (bueno, les invito a que busquen modelos reinantes en tiempos más actuales). Sobre el tema, nos viene a la memoria la magnífica obra de Albert Serra situada en la corte francesa, curiosamente por las mismas fechas. Hablamos de La muerte de Luis XIV (2016), aquel soberano que no tuvo reparo alguno en identificarse con el estado. Precisamente, volviendo a la reina Ana, falleció en 1714 a los 49 años, tan hinchada que hubo que utilizarse un ataúd de doble tamaño para poder ser enterrada. En la película de Lanthimos, además de enferma, la reina se muestra de carácter débil, poco interesada por los asuntos de estado, los que confía a su fiel consejera, amiga y amante, Lady Sarah. Uno de los extremos más interesantes de todo el filme es la evolución que experimenta el carácter de la soberana, que de mera marioneta a expensas de caprichos de unas y otras, pasa a erigirse en una real monarca, peligrosa y potente, mientras mantiene a su reino y a sus súbditos bajo la suela de su zapato. Magnífica actuación de Colman, que va creciéndose con la personalidad de la interpretada.

Rachel Weisz es Lady Sarah Jennings. Todo marcha sobre ruedas, dirigiendo el reino según sus propios intereses y encandilando a la soberana en cualquier ámbito que se le antoje. Mujer poderosa, de gran carácter y sin escrúpulos. Pero para su desgracia, aterriza en tierras palaciegas, nunca mejor dicho, su prima Abigail Masham, interpretada por Emma Stone. Una pariente que en el pasado tuvo que soportar su venta por parte del progenitor tras perder una partida de cartas. De la nobleza pasó a la pobreza y de ahí a la prostitución. Estamos ante una mujer que ha sufrido, que no es idiota y que sabe dónde puede actuar y qué callo debe pisar para que sus circunstancias cambien (bueno, lo de intentarlo con “animalitos” debería haberlo meditado más profundamente). Y aquí comienza una encarnizada lucha entre la majestuosa y hierática Sarah y la aparente “mosquita muerta” Abigail. Una supuesta candidez que bloquea la visualización de la imaginación maquiavélica más retorcida. Tres mujeres, en definitiva, magníficamente caracterizadas en un universo de corrupción moral y física.

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Yorgos Lanthimos recurre, para enfatizar la avaricia y crueldad de caracteres, a una cámara que juega a deformar la imagen. A través de grandes angulares, crea distancia entre sus criaturas. Y la utilización del ojo de pez deforma visualmente también lo que ya se muestra deteriorado y manipulado. En cuanto a la fotografía, se juega tanto con el contraste como con tonos suaves para destacar situaciones dispares. Afortunadamente, Lanthimos no cae en la tentación de Sofia Coppola en su María Antonieta (Marie-Antoinette, 2006) y utiliza una banda sonora acorde con la época, en la que predomina el órgano. En cualquier caso, aunque pasamos por Bach, Handel, Purcell o Vivaldi, no podía faltar la excentricidad de incluir a Elton John, con su Skyline Pigeon, en los ilegibles títulos de crédito. 


Siguen presentes y reconocibles algunas obsesiones del realizador griego, como el sexo o la violencia más o menos explícita. No faltan carreras de patos, “tomatinas” a la inglesa con cítricos o paseos de langostas. Pero el director, con La favorita, no sorprende, ni siquiera contando con un final excelente, del que esperábamos un “empujoncito” más.  En cualquier caso, nos encontramos ante una gran obra, pero con Lanthimos siempre buscamos lo sublime. ¿O no lo rastrean en sus directores favoritos? Pues ahí estamos.
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